Visité el museo un día caluroso de noviembre. Por una casualidad me guió hasta el lugar, que te acoge bajo una enorme buganvilia, un amable joven llamado Danilo. Ya en el museo, Lindsay guió mi visita. Ella, con su sonrisa, amabilidad y gran sabiduría, compartió pacientemente su saber conmigo. Hizo que el tiempo se detuviera. Hermoso lugar que con delicadeza transmite un saber fino y colorido que brota de la tierra misma y su gente.
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